LA CUESTIÓN DEL PELLEJO. MÓNICA ROSENBLUM

el odio como signo


“Lo que sucede entre dos, entre todos los «dos» que se quiera, como entre vida y muerte, siempre precisa, para mantenerse, de la intervención de algún fantasma”
Jacques Derrida
Basta decir “el ser humano” para naturalizar una disposición. Aun cuando falte el verbo – responsabilidad divina- que agencia, la mera enunciación de algo como alguien condiciona su devenir: impone una forma y una ley que lo trasunta. En La cuestión del pellejo (alto pogo, 2016), Mónica Rosenblum hace visible la marca que todos llevamos por Cain, hijo del odio. No se trata, en este caso, tan sólo de una señal, sino más bien de la carga. ¿Cómo convivir con los espectros del pasado? ¿Es posible iluminar sin olvidar?
La obra de Rosenblum se plantea un regreso al instante en que se funda la violencia en el género humano. Y lo hace a través de preguntas, interrogantes que se deslizan en un viaje acompasado hacia el núcleo de la responsabilidad. El primer destinatario de las preguntas de la obra es el propio Cain: ¿qué es lo que late en ese odio nacido del amor? Se trata, como señala Claudia Masin en el prólogo, de saber no sólo sobre la violencia, sino acerca de la tregua y del consuelo. La cultura resulta un magma espectral de hechos y juicios propiciados por alguien por cuyo lugar se pregunta (”¿y dónde está/ el señor/ que pregunta/ dónde está?”). Aparece entonces una figura espectral que condena a su hijo a responder por los actos que ella mismo incitó.
La reconciliación con el primer antepasado que pagó el crimen resulta un eje vertebral para todo lo que se desarrolla luego, ya sea bajo el título de El salvo o incluso de El marco de la puerta. Un recorrido que está teñido de esa violencia que nos habita sin llegar a pertenecernos, pero con la que fuimos dispuestos a convivir. Se trata de indagar al fantasma que la mantiene viva: no se trata de naturalizarlo, sino de mostrar cuán plástico, cuán escurridizo puede ser. La marca no puede ser borrada, pero si desandamos la historia, podemos desafiar lo que alguien decidió que fuera nuestra naturaleza.
El poema se convierte entonces en un merodeo sutil, de canción de cuna, alrededor de una entidad tramposa, paradójica y ruin. Pero el objetivo de este desandar los caminos del odio no tiene por finalidad encontrar la clave, el chivo expiatorio, el responsable. Es un depurar: dejar el camino libre de discursos para que aflore eso que nos acecha, limpio, sin denominación. El silencio cobra el valor crucial de ser el territorio de donde emerge eso que late sin ley. No se puede recobrar el tiempo, ni deshacer ni desdecir: más bien, se puede alumbrar con otra luz el mismo fuego.
Mauro Lo Coco







Caín dijo a su hermano Abel: “Salgamos al campo”.
Y cuando estuvieron en el campo, se abalanzó sobre
su hermano y lo mató.
Gn 4:8





¿así pijama rayado
y medio dormido
te siguió Abel?

hay una confianza
un no dudar
cuando alguien
cercano
nos dice vení
o vení mirá
y vamos detrás
esperando algo
o nada especial
vamos sin dudar
distraídos tal vez
pensando en otra cosa
a veces
ni siquiera intrigados
vamos porque
nos dijo vení,
y vení alcanza para ir detrás
puede tratarse de algo importante
de algo pequeño
de algo para uno
o para el otro
simplemente vamos
por quien nos convoca





Caín dijo a su hermano Abel: “Vamos afuera”.
Gn 4:8 Biblia de Jerusalén, Versión 1976


¿cómo es vamos?
¿cuál hilo
hilacha
cuál lazo
cuál nosotros?
¿vamos juntos?
¿vamos vos y yo
afuera
a matarte?
¿matar es afuera, Caín?
¿por qué?
¿por lejos, por solos
por los padres
por la serpiente
por la manzana
por los gusanos?
¿es eso?
¿dudaste, Caín?

ah, cómo querríamos
cuánto querríamos
saber de tu previa

¿a qué ritmo caminabas?
cada paso asentaba
el sello
en la tierra
derecha sí
izquierda voy a hacerlo
sívoyahacerlosívoyahacerlo
¿fue así, Caín?

¿de niños
armabas tus torres
y Abel te las demolía?
¿las hilvanabas
hasta el cielo
y de un soplido
te las derribaba?
¿es eso?
¿a babel
jugaban?
¿te voy a matar
le premonizabas?
¿miraban el cielo?
¿por repartija
de estrellas
peleaban?
¿y esa noche?
¿o fue de día?
¿miraste el cielo?
¿lo viste?
¿Abel miró?
¿miró?
¿qué miró?
¿volviste tu cara
para ver la suya?
¿dónde guardaste
su dejarse hacer
su dejarte hacer?
¿y en qué preciso lugar
decidiste detener
la marcha?
¿ya lo habías marcado?
¿o se te detuvo?

mudo
nudo
de una trama
suprema
¿trampa?
¿lo ves así, Caín?

a veces duele
menos
ser objeto
que sujeto

¿sujetaste a Abel?
¿se sujetó de vos?
¿cómo pasaste
de vamos a voy?
¿cómo te miró él
cuando lo supo?
¿cuándo lo supo?

¿y los cuerpos?
¿los cuerpos juntos?
tantas veces
los cuerpos hermanos
¿y entonces?
¿y aquella vez?
¿se desprendió?
¿pudiste desprenderlo
cuando se desprendió?
¿o todavía?

¿y entonces?

¿cómo lo llevás, Caín?

(de: preguntas frecuentes para caín)





IV

¿de qué está hecho
eso que vuelve
de pronto
la mirada hacia arriba
y te encuentra
pidiendo?




¿es un don?
¿un instante
una junta
intersticio?
¿es un soplo
al oído?
¿qué hace
que alguien corra
otro se quede
otro mire
otro avise
otro se tape los ojos
otro grite
alguien diga
una oración
que jamás pronunció antes?
¿dónde viven
las palabras
de esa oración
cuando nadie
las usa?
¿dónde descansa
esa lengua?
¿quién la riega
la alimenta?
¿quién vela
por aquello que
diremos
cuando la propia
lengua no alcance
cuando el abismo
nos mire
azorado
exigiendo palabra
o gesto
o ambos
o cuál es
la diferencia?
(de: el salvo)







CORO

ah, querría yo
una mano gigante
protectora
en la cual descansar
olvidar recordar
mecerme más allá
de los tiempos
de los hechos
de la propia
innombrable
traspasar las secuelas
comprender, acaso
reposar
recordar olvidar
algo alguien que me acune
querría
un consuelo
una tregua
una brisa fresca
sobre la sangre
un jazmín
un panadero
una rendija con luz
una hojita verde