EL PLACARD: MATTHEW DICKMAN INTERPRETADO POR SANDRA TORO




jack souva




CUATRO TECLAS

1. VENTILACIÓN

Puedo sentir al Cristo adentro mío con el costado abierto
para poder respirar, como un pez,
como quien se ahogaba con un huesito, quizá
una astilla de la vértebra de otro animal,
hasta que un amigo lo agarró por detrás y lo obligó
a toser, haciendo volar el hueso hasta los candelabros del restaurante.
Y me siento como si inhalara por primera vez en todo el día, un viento
de alguna montaña o la boca
de una mujer con  ropa interior de varón y labial azul
que estuvo masticando chicle de gaulteria o fumando un mentolado
exhalara en mi pecho, y deslizara su muslo contra mis costillas, oh
puedo sentir que el Cristo adentro mío baja la persiana
y suspira, la pesadez de sus pulmones liberada como cuando se arranca
la cinta de la boca de la amante
y se le saca del fondo de la garganta el pañuelo empapado
en un solo movimiento largo y húmedo.

 2. LUZ

Cuando me das vuelta la cara de una cachetada
un relámpago de gozo golpea los doscientos puntos
de la galaxia de mi cuerpo
y me hace pensar en los cuerpos poderosos
de los caballos. Es increíble lo lejos que viajó
una sola molécula del sol para escurrirse entre tus dedos,
tu labio inferior, las tres pecas debajo de tu pecho izquierdo,
y era tanto
que me agarraras una mano
para ponértela alrededor de la garganta
mientras con cada músculo libre sostenías la otra
contra el almohadón blanco
y levantaras la cabeza
hacia el ventilador de techo  abriéndole la boca
a la lamparita que, a esa altura, ya se había transformado
en una nube, que giraba como un trompo de porcelana china.

3. CALEFACCIÓN

Me acuerdo del sonido que hiciste la primera vez
que mi mano estuvo adentro tuyo
y cómo ese sonido se hizo más hondo, un color oscuro
en la palma, y al final crujió
igual que un pedazo de vidrio transparente contra la muñeca, y de las perlas de sudor
que empezaron a gotear desde tu frente y tus orejas, hasta que de algún modo
la habitación tomó un matiz amarillo brillante
en la oscuridad. Ahora mismo puedo escucharlo. Puedo sentir las vibraciones
saliendo de tu pecho como descargas
eléctricas y el modo en que empezabas como quien pelea
pero al final,  enroscada
en las sábanas húmedas, cada centímetro de tu cuerpo
era un charco de agua tibia
que alguien echó sobre las baldosas de un comedor
muy elegante, y de cómo llenabas la bañera y, al meterte,
sonabas casi igual, un dolor agudo
te hacía rechinar los dientes, el agua tan hirviendo
que cada parte de tu cuerpo que tocaba era como Marte
al rojo.

4. VELADOR

La casa entera helada como un glaciar, salvo por los fantasmas
de nuestra ropa en un rincón del cuarto
que todavía parecen recordar cómo las quitaron,
todavía bullen, casi calientes. La luna
en la ventana y el cielo
en parte campo de algodón y en parte obsidiana, el repasador que llenamos con hielo,
y se derrite en el piso de parqué. En el cielo no hay
nada mejor que vos. Y en la tierra nada se siente mejor
que la cinta que te quitás del pelo
y me atás a las muñecas. Los ojos cerrados. El pecho que se levanta
y cae como nieve
en la oscuridad del viento, tu boca apenas hinchada, la sangre volviéndote
a llenar los labios, tus brazos debajo de la cabeza,
un poco de saliva en la comisura de tu boca, y las cosas que de vos amo,
como tus piernas, pateando levemente cuando soñás, tu pijama feo, tu nombre hermoso.

PENA

Cuando te llega la pena como un gorila morado
considerate un tipo con suerte.
Tendrías que ofrecerle lo que quedó
de la cena, dejar el libro que intentabas
terminar,
y hacerle espacio para que se siente a los pies de tu cama,
con los ojos yendo y viniendo
del reloj al televisor.
No tengo miedo. Antes ya estuvo acá
y ahora reconozco su andar
al acercarse a la casa.
Algunas noches, cuando la oigo venir,
saco la llave, me acuesto boca arriba
y cuento los pasos
desde la calle hasta el porche.
Esta noche trae un lápiz y una resma de papel,
me pide que escriba los nombres
de todas las personas que conocí
y que los separe en vivos y muertos
para que elija un nombre al azar.
Pongo su disco favorito de Willie Nelson
porque ella extraña Texas,
pero no pregunto por qué.
Tararea un poquito,
como mi hermano cuando hace el jardín.
Nos sentamos una hora
y me habla de lo poco razonable que fui
al ponerme a llorar en la cola del supermercado,
negándome a comer, a bañarme,
y por todo lo que fumé y tomé.
Al final me pasa uno de sus brazos
pesados y violetas alrededor, apoya
su cabeza contra la mía,
y de pronto las cosas se ponen románticas.
Así que le digo:
las cosas están poniéndose románticas.
Ella tira otro nombre, esta vez
de los muertos,
y se da vuelta a mirarme como mira un padre
haciéndote sentir confuso o avergonzado.
Dice: ¿Románticas?
mientras lee el nombre en voz alta, muy despacio,
y tomo conciencia de cada sílaba, cada vocal
que envuelve los huesos como músculo nuevo,
del sonido del cuerpo de esa persona
y de la negligencia,
el descuido con que ese nombre está en una pila y no en la otra.

 FUEGO

¡Oh, fuego – quemame! Canta Ed
detrás del humo y la leña, con su mujer al lado, y el resto de nosotros
bajo las estrellas
que nadan, quemándose, sobre el estado de Washington,
él es como un Príncipe de los Apalaches
Henry con su banjo
y su whisky. La corte alrededor, y afuera
el ciervo, en las colinas cerradas como idioma francés, muerto de miedo
pero enamorado y famélico.
Todo el tiempo me quemo. Con los bolsillos llenos de fósforos
y encendedores, el humo azul
se me escurre entre los labios como un fantasma flaco.
Mis pulmones en llamas, sus
alas caen del cielo abierto. El dorso de las manos largas de Michelle
se parecía al pelaje hermoso
que tienen los leopardos, cubierto de manchas oscuras. Todos los cigarrillos que encendía
y aplastaba, sus ojos
del color del spray, turbios, mugrientos,
idos ¡pero hermosos! Ella llevaba sus manos a todas partes
como dos pésimas cartas de recomendación. Nunca entendí
quién podía abrirlas, leerlas en voz alta,
y así y todo tirarla en una cama, y así y todo caminar hasta la calle donde estaba ella, y así y todo encender la mecha que había dejado. Oh, fuego–
quemame. Mi hermana y yo y Southern Comfort
carbonizándonos y echando chispas, rodeados de las
cenizas familiares, el modo en que ella es hermosa para mí en su resplandor singular,
mi cerebro encendiéndose, mi lengua
como un monje en tiempos de guerra, inundada de seda naranja y llamas.
La primera vez pisé un puñado de codeína en su universo
de rosa en polvo, la última
sentí bajar por mi garganta la gota ácida del éxtasis,
el auto que pierde el control, el sonido de la velocidad, la tierra que no se queda quieta, oh ascensor en picada-
guardame, oh, tumba-
tuviste tanta paciencia, haciendo tictac, incandescente—
vos, granada. Oh, fuego,
la primera vez que tomé estaba empapado en nafta,
y esa brasita avivándose adentro mío, que empezaba a brillar y a subir, resplandeciendo.




jack souva


LENTO

Más que poner otro hombre en la luna,
más que un propósito de yogur y yoga para año nuevo,
necesitamos la oportunidad de bailar
con desconocidos hermosos de verdad. Un lento
entre el sofá y la mesa del comedor, al final
de una fiesta, mientras la persona que amamos salió
a buscar el auto
porque empezaba a llover y si algo se nos moja
le rompería el corazón. Un lento
para traer la noche a casa, para romperla. Dos personas
hamacándose como una boya. Nada extravagante.
Una musiquita. Una botella de whisky vacía.
Es un poco como ser infiel. Tu cabeza apoyada
en su hombro, tu aliento que sube por su cuello.
Tus manos le recorren la columna. Las caderas de ella
se desdoblan como una servilleta de algodón
y empezás a pensar cómo es que todas las estrellas del cielo
están muertas. Mi cuerpo
habla lento con tu cuerpo. La Melodía encadenada o
Escalera al cielo, un lento con eléctrica. Toda mi vida
cometí errores. Chiquitos y crueles. Hice mis planes.
Y no llegué nunca. Comí mi comida. Tomé mi vino.
El lento no importa. Es todo inocencia como los chicos
antes de los cuatro. Como estar en los brazos
de mi hermano.  El lento de los hermanos.
Dos hombres en medio de la sala.  Cuando bailo con él,
uno de mis grandes amores, es totalmente humano,
y cuando gira para  hacerme un dip o lo piso
porque los dos llevamos, pienso que
uno se va a morir primero y el otro va a sufrir.
El lento de lo que vendrá
y el lento del insomnio
chorreando por el piso como agua de la bañera.
Cuando la mujer con la que duermo
está en el baño, desnuda,
cepillándose los dientes, escupe en el lavatorio
el lento del ritual. No hay nadie que nos salve
porque no hay necesidad de ser salvados.
Te lastimé. Te quise. Corté el pasto
del jardín de adelante. Cuando la desconocida del vestido blanco
cubierto con un millón de cuentas
viene hacia mí como un candelabro hipersexuado viviente,
la agarro de la mano. La hago girar para un lado
y para el otro. Es el bosque de almendros
del baile lento y oscuro.
Es lo que tendríamos que estar haciendo. Desguazar
en busca de alegría. El haiku y la miel. El lento de la naranja y el orangután.

 V

La flaquita que va codo a codo
con la hermana menor
tiene una remera que dice
HABLAME EN NERD
y yo quiero,
quiero poner mi bolsa de las compras en el piso
atrás de la boca de incendio
y susurrarle al oído algo sobre la división.
Quiero pararme atrás de ella y deslizarle
un solo dedo por la columna
mientras me cuenta de sus correlativas.
Tal vez se queje un poquito
cuando le diga que x es igual a menos b
más menos la raíz cuadrada
de b al cuadrado menos 4(a)(c), todo
elevado a la segunda. Pero tengo esperanzas.
Le puedo mostrar mis historietas
y mi Playstation. O podemos sacar
las cartas viejas de D&D;
y sentarnos en el sótano a la luz de una vela.
Sé suficiente sobre el Dr.Who,
la Enterprise y la Flota Estelar
como para sacarle la remera y desabrocharle el jean.
Podemos desarrollar la Teoría de las cuerdas
por todo su dormitorio.
Podemos doblegar juntos el espacio-tiempo.
Pero a lo mejor no es eso lo que pide.
El mundo viene hablando sucio
desde que ella tiene orejas para oír.
A todos nos habla mierda
y no hay nada en la bomba de hidrógeno
que me haga querer usar un anillo para el pene
o hacerlo en la cocina mientras hierve una olla con agua.
A lo mejor, con los hombros caídos como tiene
y el pelo largo tapándole
la mitad de la cara,
ella solamente pide que la consideren
algo más que una noche salvaje, un rizo
de vello púbico, o la estructura rosada
y compleja de los pezones.
A lo mejor quiere que la midan más allá
de la cucharadita de sombra del ano
y el molusco suave de la lengua,
más allá de la ecuación de los miembros, y que la vean
como un absoluto.
Y a lo mejor no será un salto gigantesco
en la ciencia de la compasión, pero es algo.
Así que cuando paso al lado de ella
hago exactamente lo que me pide,
levanto la mano derecha y hago una V
como los Vulcanos cuando le desean suerte a alguien,
esperando que consiga lo que quiere, aunque
tenga que ser en una galaxia muy lejana.


PROBLEMA
Marilyn Monroe se llevó a la cama todas las pastillas
de dormir cuando tenía treinta y seis, y la hija de Marlon Brando
se colgó en el dormitorio Tahitiano
de la casa de su madre,
mientras que Stanley Adams se pegó un tiro en la cabeza. A veces
podés mirar las nubes o los árboles
y no se parecen nada a nubes ni a árboles ni al cielo ni a la tierra.
Kathy Change, la performer,
se prendió fuego mientras los hijos de Bing Crosby se volaron
para siempre de la historia de la música.
A veces me sorprende la vida interior de los osos polares. El filósofo
francés Gilles Deleuze saltó al mundo,
y después fuera de él, desde la ventana 
de un departamento. Peg Entwistle, una actriz sin ningún
protagónico, se tiró de la “H” del cartel de HOLLYWOOD
cuando todo se veía en blanco y negro
y David O. Selznick era rey, circa 1932. Enest Hemingway
se puso una escopeta en la cabeza en Ketchum, Idaho
y la nieta, modelo y actriz, trepó el árbol genealógico
para darse una sobredosis de fenobarbital. Mi hermano abrió
treinta parches de fentanil y se los metió en el cuerpo
hasta que no fue más su cuerpo. Me gusta
cómo se oyen los gansos sobre el río. Me gustan
los jaboncitos de los baños de hotel porque son hermosos.
Sarah Kane se ahorcó, Harold Pinter
le llevó rosas cuando todavía estaba viva,
y Louis Lingg, el anarquista alemán, prendió un cartucho de dinamita
con la boca
aunque le llevó seis horas
morirse, 1887. Ludwig II de Bavaria se ahogó
lo mismo que Hart Crane, John Berryman y Virginia Wolf. Si vas
de viaje, siempre tenés que llevarte un libro para leer, sobre todo
si es en tren. Andrew Martinez, el activista desnudo, murió
preso, desnudo y con una bolsa
en la cabeza, y en 1815 el aristócrata y escritor polaco
Jan Potocki se disparó una bala de plata.
Sara Teasdale se tragó un frasco de tristeza
después de darse un baño de inmersión
en el que docenas de senadores romanos se abrieron las venas abajo del agua.
Larry Walters se hizo famoso
por volar en una silla de jardín Sears con cuarenta y cinco globos de helio.
Llegó a una altura de casi 5000 metros
y aterrizó. Él era un hombre que volaba.
Se disparó en el corazón. A la mañana salgo de la cama, me cepillo
los dientes, me lavo la cara, me pongo la ropa que más me gusta.
Yo quiero ser bueno conmigo.

UN TACO DE CAMARONES PARA DIANE WAKOSKI

El bol de camarones rosados
que mezclé con los cítricos se parece a un equipo
de bebés alienígenas, tan exhaustos
de cavar toda la noche en las calles
de un planeta frío
que ahora tienen que acurrucarse
en el calor ácido del jugo de lima
y dormir contra una oreja fría. Pico
un ananá, un jalapeño. Intento ser valiente
con la muela que me van a sacar, trato de no desmayarme
en los hospitales ni tomar demasiado. Un vaso de whisky
y es otro país, un pack de cerveza, y es otro mundo.
Me pregunto cómo Michigan puede
vivir sin un solo puesto de tacos. Sin
una sola chica que se asome
por la ventana para hablar con el chico
que fuma faso atrás de la parrilla.
Tiro al aire hojas verdes de cilantro
para el dinero y la suerte. Si estuvieras acá, Diane,
¡podríamos comer un par
juntos! Podríamos hablar sobre
la enorme diferencia entre las tortillas de maíz
y las tortillas de harina, entre
la tristeza de mi hermano y la muerte de mi hermano, entre los callejones
de la infancia y nuestro modo de caminarlos, hambrientos y felices en la oscuridad.